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En el principio

El inicio del evangelio de Juan constituye, no sólo un bello poema, sino una declaración directa y audaz acerca de la naturaleza de Jesucristo, y de los planes eternos de Dios.

Cada evangelista inicia su relato buscando un punto de claro comienzo de la labor de Jesús, aunque al mismo tiempo, encuentran la manera de unir la vida y obra del Mesías con la obra redentora que Dios había comenzado ya en el Antiguo Testamento. El discípulo amado decide partir desde el principio mismo, los comienzos de todo lo que existe.


El uso del vocablo "logos"

Ha habido discusión (y la seguirá habiendo) en cuanto al contexto dentro del cual se debe ubicar el uso del término "logos" por parte del cuarto evangelista. Mientras muchos abogan por el trasfondo griego de este vocablo, el cual significa "palabra" o "discurso"; muchos otros apoyamos la postura que encuentra un trasfondo totalmente hebreo en el uso que el autor hace de esta palabra.

Como principio de la argumentación, haremos una comparación en paralelo del prólogo del evangelio de Juan y de los primeros versículos de la Biblia.

Juan 1:1-5 dice:

"En el principio existía el Verbo,
y el Verbo estaba con Dios,
y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio con Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de Él,
y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En Él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la comprendieron." (LBLA)

Génesis 1:1-4 dice:

"En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
Y la tierra estaba sin orden y vacía,
y las tinieblas cubrían la superficie del abismo,
y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas.
Y dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz.
Y vio Dios que la luz era buena;
y separó Dios la luz de las tinieblas." (LBLA)

Comparando ambos pasajes

Ahora procederemos a comparar y encontrar las relaciones entre ambos pasajes. Nos concentraremos en la reinterpretación que el discípulo amado parece estar haciendo a partir del texto escrito por Moisés.

El uso de la frase "En el principio" por parte de Moisés es una clara referencia a un principio en relación con la creación de las cosas visibles. Es un punto en el tiempo en el cual Dios principia a crear algo fuera de sí mismo, algo distinto de sí mismo. Dios existía ya, desde antes de ese momento, del cual no se tiene aquí una reseña.

El apóstol Juan remite, con esta cita, al mismo momento: Al comienzo de la creación. Prueba de ello es la repetición enfática que hace del verbo "crear" o "hacer", lo cual veremos un poco más adelante.

Ahora Juan procede a incluir una serie de afirmaciones que parecen ampliar la idea que Moisés expresa en el versículo 1. Juan dice: "En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. El estaba en el principio con Dios." (vv. 1-2).

Estos versículos se insertan como ampliación de "En el principio creó Dios..." (Génesis 1:1a). Moisés no necesitaba explicar o probar la existencia (o pre-existencia) de Dios. Simplemente declara con claridad el acto absoluto de Dios al crear todo lo que existe.

Juan, por otra parte, expande la idea de la pre-existencia de Dios, no tanto defendiéndola o tratando de argumentar. Lo que él hace es declarar que hay un ser igual y distinto de Dios, el cual existía desde ese momento, desde el instante previo a la creación de todas las cosas.

Él nos hace ver con nuevos ojos la frase "En el principio creó Dios...", ayudándonos a ver más a detalle la naturaleza del Dios creador.

Juan explica que en ese principio, en ese preámbulo a la creación, el Verbo tenía existencia. Hasta aquí, vemos una pista de que el Verbo no es parte de la categoría "creación", Él no fue creado.

Y no sólo tenía existencia desde ese momento "el principio", Él tenía un lugar: "... estaba con Dios... ". A continuación Juan afina todavía más esta idea para evitar ambigüedad, y concluye: "y el Verbo era Dios".

Podemos notar entonces que este ser no creado tenía existencia previa a la creación, al igual que Dios, y era Dios mismo desde ese momento. Él tenía (tuvo desde siempre) un lugar con Dios y una igualdad con Él.

La frase que resume esta idea es el versículo 2: "Él estaba en el principio con Dios." Esta reiteración, muy al estilo del evangelista, sirve como resumen y como recordatorio de la manera en que el prólogo del evangelio comenzó.

Estamos hablando del principio de todo, y podemos ver que el Verbo estaba allí. Aquí está también contenida la idea de Génesis 1:2: "Y la tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas."

Hasta este punto sólo existe Dios y la tierra, cubierta por aguas. El Espíritu de Dios se mueve sobre la superficie de las aguas. Así podemos captar la idea, al unir las expresiones de ambos autores inspirados: En el principio existía sólo Dios, el Verbo y el Espíritu de Dios. La forma en que se mencionan estos tres "nombres" dejan clara la directa relación que tienen con la Divinidad.

El significado preciso de "la tierra estaba sin orden y vacía" es, y ha sido, tema de largas discusiones, y no es, por el momento, central en nuestro estudio.

En este punto, antes de comenzar la sinfonía de la creación en seis días, vienen a la memoria aquellas largas listas de preguntas hacia el final del libro de Job, cuando Dios confronta a Job y comienza diciendo: "¿Dónde estabas tú cuando yo echaba los cimientos de la tierra?" (Job 38:4a, LBLA).

Es posible ahora ver la diferencia entre este Verbo y nosotros. Job, igual que lo haríamos nosotros, se quedó mudo ante tal interrogante. El Verbo, en cambio, estuvo allí, junto a Dios, creando a su lado.

Esto lo vemos en los siguientes versículos de Juan: "Todas las cosas fueron hechas por medio de El, y sin El nada de lo que ha sido hecho, fue hecho." De nuevo Juan reinterpreta, a la luz del Nuevo Pacto, y de la nueva revelación, las palabras de Moisés: "creó Dios los cielos y la tierra."

Ya la expresión hebrea "los cielos y la tierra" contiene una connotación de totalidad; no obstante, el discípulo amado refuerza esta carga semántica al describir en términos absolutos la obra creadora del Verbo: "Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho."

Juan reitera la idea expresándola en forma positiva y negativa. No sólo el Verbo es el agente creador de "todas las cosas", sino que "nada" fue creado sin su participación. Este énfasis nos regresa al principio de la Biblia: Dios creó absolutamente todo lo que existe. El Verbo no es una criatura, es creador junto con Dios, el Padre. El Verbo es Dios mismo.

El evangelista sigue avanzando, siguiendo siempre la estructura de ideas empleada por Moisés. Ahora llama la atención del lector sobre una reinterpretación de Génesis 1:3-4a: "Y dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena"

La luz fue creada por Dios, por medio de Su sola Palabra. Es bien sabido que Verbo es una traducción bastante arbitraria, pues el vocablo "palabra" sería tal vez más indicado. Sin embargo, es claro que no se trata de un asunto etimológico, ni en referencia exclusiva a las palabras. Es una cuestión semántica, pues es la intención de Juan de identificar el Verbo, Logos o Palabra con Jesús es muy clara. Es por ello que podemos usar sin mayor conflicto el vocablo "Verbo" como traducción del griego "logos".

Retomando nuestra idea, Dios creó la luz simplemente pronunciando la orden, hablando la palabra. Es decir, Dios creó todo por medio de Su Palabra. El hombre fue creado con sus manos, pero la creación toda fue hecha por Su Palabra. De este modo se reafirma la idea de que el Verbo o la Palabra de Dios fue el medio, el agente, de la creación.

Dios comienza creando la luz, y la luz es evaluada por Dios como "buena". Juan expande nuestra comprensión de este evento al afirmar: "En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres." Ahora equipara la vida con la luz, la cual está en el Verbo, en Jesús.

El evangelista aporta una dimensión teológica al momento en que la luz es creada por Dios. No es un concepto del todo nuevo; lo que hace es darnos nuevos ojos para releer a Moisés, tal como el mismo Jesús lo hizo. La luz era buena desde el momento en que Dios la creó. Todo lo creado por Dios es evaluado por Él como algo bueno.

La vida es la luz, y la luz está en Jesús. La luz es vida, tanto biológica como teológicamente. Sabemos que Juan desarrollará más a fondo estos temas: la luz y la vida, durante todo el evangelio. Por ahora basta con tener en cuenta la cualidad teológica de ambas realidades: la vida y la luz son buenas, agradables a Dios.

Ahora Juan retoma la cuestión de la relación que existe entre la luz y las tinieblas: "Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron." Moisés expresa que Dios: "separó Dios la luz de las tinieblas."

Dios mismo crea la luz y le da una naturaleza tal que se separa de las tinieblas. Sabemos que Moisés se refiere a la división entre el día y la noche, y que la separación es más bien natural: doce horas de día y doce horas de noche yuxtapuestas, es decir, separadas.

No obstante, es necesario captar la intención de Juan, al hablar de los mismos conceptos, dándoles una nueva dimensión. El discípulo amado entiende la separación entre luz y tinieblas como una lucha en la que la luz triunfa. El poder de la luz es tan grande que desvanece las tinieblas al instante.

La separación se da en el contexto de la lucha y el triunfo de la luz. Física y teológicamente, la luz hace desaparecer las tinieblas, y ambas no coexisten: En el momento en que coinciden, la luz vence.

Las tinieblas no comprendieron la luz, o, "no han podido extinguirla" (NVI), la cual parece una lectura más adecuada al contexto. Las tinieblas terminan desvaneciéndose ante el brillo de la luz.

Idioma griego, pensamiento hebreo

En conclusión, basados en las opiniones que acabamos de exponer, nos inclinamos por la postura que encuentra la influencia directa del Antiguo Testamento en todo el pensamiento desarrollado en el Evangelio según San Juan más bien que la del pensamiento griego. No sólo los escritos de Moisés se hacen presentes a lo largo del relato del discípulo amado; también encontramos citas y alusiones a pasajes diversos de todo el Antiguo Testamento, (el mismo prólogo contiene ecos de Proverbios 8), lo cual nos da la plena certeza de que, por un lado, la Biblia es una obra de un solo autor: Dios mismo; y, por otro, que los propios autores bíblicos del Nuevo Testamento (a los cuales Dios inspiró), tenían una clara comprensión de la unicidad del mensaje salvífico expresado desde el Antiguo Testamento.

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