Lectura: Filipenses 2:1-11
Explicó que en el contexto del Nuevo Testamento, César, el Emperador Romano, era considerado un dios, por lo que una prueba de lealtad al Imperio Romano consistía en repetir la frase: "César es Señor".
Los cristianos se hicieron sospechosos ante el Imperio debido a que no reconocían otro Señor que no fuera Jesucristo, pues el título Señor tenía connotaciones mucho más comprometedoras que en la actualidad. Señor era el dueño, el soberano, la autoridad total. Debido a esto, un cristiano jamás permitiría que alguien más ocupara el lugar de Jesús en su vida, y en el mundo.
Después, el pastor nos exhortó a ser fieles a esta realidad, a considerar verdaderamente el reinado de Cristo en nuestra vida, su señorío y soberanía total, retomando los versículos 10 y 11:
"para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre." (NVI)
Recordamos, entonces, que cuando Cristo venga por segunda vez, todos tendrán que arrodillarse ante Él. Tanto los que creyeron como los que no creyeron, doblarán sus rodillas delante de Jesucristo, confesando su señorío.
Así que el pastor aplicó esta verdad de esta manera:
"Darwin tendrá que decir: Jesús es el Señor
Marx tendrá que decir: Jesús es el Señor
Hitler tendrá que decir: Jesús es el Señor"
Y la lista continuó.
En esos momentos, Dios me estaba hablando, llenando mi corazón de gozo y admiración por esta hermosa verdad. Jesús es el Señor, y será reconocido por toda la creación cuando vuelva en gloria.
Como cristianos no debemos esperar hasta ese día, sino vivir dando testimonio de su señorío en cada aspecto de nuestra vida. Nuestra confianza y aliento es que al final de los tiempos, Él se revelará, y será reconocido como quien Él es.
El simple hecho de imaginar que grandes ateos como Nietzche o Richard Dawkins se arrodillarán ante Jesús reconociendo su soberanía, me conmovió y llenó mi corazón de adoración para mi Dios: poderoso, digno, Rey de reyes y Señor de señores.
Nada en este mundo escapa del control de nuestro Dios. Aunque ahora la creación está expuesta al pecado, los propósitos de Dios siguen su curso, y nada los detendrá. Es maravilloso contemplar a nuestro Dios, llegando delante de Él con sumisión y completo asombro al conocer su grandeza.
Que Jesús sea Señor en nuestras vidas, desde hoy, y que el día de su regreso, nuestro gozo y adoración sean completos al formar parte de las inmensas multitudes que, de rodillas, lo llamarán Señor.
Comparto este sentir de gozo y adoración a Dios. Escuchar que todos, todos, todos se arrodillarán y dirán que Jesús es el Señor me conmovió...
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